Logo principal Picnic
Menu
Inicio > Yo te diré > A 47 años de su muerte: Víctor siempre está

A 47 años de su muerte: Víctor siempre está

17 . 09 . 2020, 12:13 am

Hoy, a 47 años de su muerte lo recordamos a él, al Victor, a su guitarra y su revolución. Por Cami Añazco Cuando era chica me cuidaba mi vecina, la tía Bri. En diciembre, cerca de la navidad, ella se ponía en la feria navideña del barrio con su sobrina. La Caro hacia artesanía todos […]

Por

Hoy, a 47 años de su muerte lo recordamos a él, al Victor, a su guitarra y su revolución.

Por Cami Añazco

Cuando era chica me cuidaba mi vecina, la tía Bri. En diciembre, cerca de la navidad, ella se ponía en la feria navideña del barrio con su sobrina. La Caro hacia artesanía todos los días antes de ponerse en el puesto se sentaba en la pieza y se ponía a entrelazar macramé, afirmando los hilos en su pierna. Yo la acompañaba en silencio, miraba como sus manos bailaban al ritmo de una música que, hasta ese entonces, era desconocida para mí. Una de esas tardes, la Caro tomó su guitarra y tocó “Te Recuerdo Amanda”. “Esta es de Víctor Jara”, me dijo. Esa fue la primera vez que escuché su nombre.

Sin música no hay revolución, dicen muchos. Y es que a lo largo de la historia, los procesos sociales han sido acompañados por ella. La palabra crea realidad, y en ese sentido, la música es parte imprescindible de la resistencia y de la revolución. En las calles parisinas, por ejemplo, durante el período de la Revolución Francesa, se escribieron e interpretaron más de 3.000 canciones políticas, y sin ir más lejos, en Chile entre 1960 y 1970 nació un movimiento músico-social llamado “La nueva canción chilena”. Este renacimiento cultural vendría de la mano de artistas como Violeta Parra y sus hijos, Quilapayún y Víctor Jara, entre otros.

Hoy a 47 años de su muerte, lo recordamos a él, al Víctor, a su guitarra y su revolución.

Desde Bruce Springsteen a Fito Paéz, pasando por Cultura Profética, Anita Tijoux, Roger Waters y hasta los míticos The Clash, han homenajeado a Víctor Jara a lo largo del mundo, y la lista sigue. La figura de Jara se ha convertido para muchos en símbolo de paz, referente musical y político, pero sobre todo, de memoria. A pesar de los años, el canto del fundador y unos de los más altos exponentes de la nueva canción chilena no ha sido olvidado y está lejos de serlo, pero ¿cuál es el legado de Víctor?

Dudo que haya alguna persona aquí en Chile que no haya oído de él. Me atrevería a decir que a nivel latinoamericano, y hasta mundial, tampoco. Tanto su presencia en el teatro y en la lucha social como su música trasciende fronteras y generaciones. Sus letras nos resuenan hasta el día de hoy, y es que el panorama no ha cambiado mucho desde que se escribieron. Hace poco menos de un año, en la revuelta del 18 de octubre, nos encontramos con algunas canciones que acompañaron la caída de venda de muchxs chilenxs: “El baile de los que sobran”, por ejemplo, nos remontó a 1986 donde el paisaje eran “fogatas, balazos y militares escondidos en todas partes”, como decía Claudio Narea en su autobiografía. El himno de Los Prisioneros fue escrito en dictadura, bajo toque de queda y balazos, una realidad que hoy por hoy no nos queda ajena a las generaciones más chicas. Durante las manifestaciones de octubre hacia adelante también daba vuelta por las calles otra canción. Una de Víctor: “El derecho de vivir en paz”. Esta vez nos movíamos un poco más atrás, ya no a los ochentas chilenos sino a otra parte del mundo, Vietnam. Víctor hizo esta canción para un bandido, como decía él, el bandido Ho Chi Minh, quien devolvió la libertad a Vietnam. Sin embargo, también nos lleva a ese Chile de 1971 con sabor a vino tinto y empanada como diría el Chicho, a un Chile que estaba floreciendo con la promesa de la Unidad Popular.

Volviendo a octubre del 2019, Mil guitarras para Víctor Jara convocó a todxs a cantar “El derecho de vivir en paz” afuera de la biblioteca nacional, para luego hacerse un cover con numerosos artistas chilenos. Se convirtió en himno, en símbolo de dignidad, de pueblo y amor.

De origen campesino, de un papá inquilino y de una madre cantautora, por allá en el Chillán Viejo nació Víctor. En 1944 llegó a Santiago con su familia y años después se incorporaría al coro de la Universidad de Chile, donde empezaría de manera más oficial su inicio en la música. Y como lo que se hereda no se hurta, en 1957 participaría en el conjunto folclórico Cuncumén, donde daría sus primeros pasos en la música popular. Más adelante, participaría activamente en la popular Peña de los Parras, también como director artístico de Quilapayún y colaboraría con Inti-Illimani.

En 1969 su canción “Plegaria a un labrador” se coronaría como la ganadora en el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, lo que lo convirtió en uno de los exponentes más reconocidos dentro del movimiento.

El canto al trabajador de campo y de fábrica, al amor y a la paz, fueron temáticas latentes en sus composiciones, sin embargo sería en 1970 cuando su canción tomaría un compromiso político apoyando la campaña de la Unidad Popular. Canciones como “Canto libre”, “El derecho de vivir en paz” y su icónico disco “La Población”, se convertirían en la banda sonora del movimiento social de los años setenta y contando. La nueva canción chilena, se convirtió en el lenguaje del pueblo, y cómo no, sí nació del mismo. 

Ese Chile popular, pobre y digno, se veía reflejado en las composiciones de Víctor. Al escuchar sus canciones se hace difícil no emocionarse y no ir dibujando esa imagen mental que da un recorrido por ese Chile. La interpretación de su canto y su composición musical produce esa magia que toca hasta la última fibra de quien lo escuche, removiéndola con cada palabra una y otra vez. Es por lo mismo que su música trasciende generaciones, porque va más allá esa realidad  tan visceralmente poética, que puede ser Chile, pero también cualquier parte de Latinoamérica.

El 11 de septiembre de 1973  marcó un antes y un después en nuestro país, fue el inicio de 17 años de incesantes violaciones a los DD.HH entre asesinatos, desaparecidos, exiliados y torturados.

El día miércoles 12 de Septiembre Víctor  fue arrestado en la Universidad Técnica del Estado y llevado al ex Estadio Chile, recinto del cual no saldría con vida. Días después, un funcionario del servicio médico legal reconocería su cuerpo en calles aledañas establecimiento. Los medios de la época poco contaban sobre su muerte, cerrando así la historia de uno de los personajes más influyentes de la historia de la música chilena. Durante años su música fue prohibida, sus discos sacados de las tiendas y sus grabaciones quemadas. Sin embargo su esposa, Joan Jara, logró sacar varias grabaciones de Chile y así mostrar al mundo su trabajo, esto no sin buscar justicia, hasta el día de hoy.

 En una entrevista que le hizo Ernesto García Calderón en Lima (1973), Víctor decía que el amor es la esencia de la razón de ser del hombre, y que por lo mismo no podía estar ausente de la temática de un cantor popular. En el amor esta la dignidad, la vida, la justicia y la humanidad, y ese es el legado de Víctor desde el amor más profundo al pueblo. Es estremecedor pensar que, aún cuando sus composiciones fueron hechas hace más de 49 años, hoy siguen dándonos ese minuto de silencio para reflexionar, haciéndonos la invitación de bajar el ritmo y escuchar.

La memoria está más viva que nunca, al igual que Víctor Jara, que no deja de remecer cuál terremoto a quién lo escuche. Las futuras generaciones seguirán nutriéndose del canto popular que quisieron borrar, pero que nunca podrán callar. Ese canto con sentido que corrió por las venas de aquel que murió cantando las verdades verdaderas.

Te puede interesar

Etiquetas

Lo último