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Yo te Diré: No me vengan con esa mentira del pop A-político

22 . 04 . 2018, 10:14 pm

En la mesa no se puede hablar de política, nos decían nuestros papás y mamás a la hora de almuerzo. Igual los entiendo. Ellos crecieron bajo el yugo de la dictadura de Pinochet, en la que desde el alba hasta el último rayo de luz adoctrinaban a las personas para no pensar. Y eso también se […]

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En la mesa no se puede hablar de política, nos decían nuestros papás y mamás a la hora de almuerzo. Igual los entiendo. Ellos crecieron bajo el yugo de la dictadura de Pinochet, en la que desde el alba hasta el último rayo de luz adoctrinaban a las personas para no pensar. Y eso también se extrapoló a la música. Horas de televisión con bandas musicales oligofrénicas cuicas que invitaban a ponerle pause a los pensamientos.

‘A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N, O, nadie, nadie sabe lo que hacer’, filosofaba una banda ochentera, cuyo líder no le molestó la dictadura y hasta hace un par de años encabezaba la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) -que ocupa programas piratas (CCO: Alberto Plaza)-. Y así se alimentó el mito de que el pop chileno no es político o que es una musicalidad vacía en la que reina la fiesta y el reventón. Y es cierto, si pensamos en ‘Q.E.P.’ en los ochenta, ‘Aleste’ en los noventa, y un sinfín de bandas en la actualidad. Pero pensar que el pop chileno no ha sido político es no conocer nuestro catálogo sonoro.

En la medianía de la dictadura, ‘Aparato Raro’ capturó las emociones de una juventud perdida y de paso golpearon a los intelectuales. Definir a ‘Los Prisioneros’ sería una pérdida de tiempo, ya que bien sabemos lo que aportaron. Aunque no todos pensaron lo mismo: cuando Jorge González, y los que quedaban de esta banda, lanzaron en los noventa ‘Corazones’ no faltó el pasquín, o incluso el diario duopólico que vociferó que los sanmiguelinos se olvidaron de la crítica social y lo cambiaron por un pop inocuo. ¿Habrá algún manifiesto más político que ‘Corazones rojos’? Al más puro estilo de Lemebel. El problema es que después de tantos años de Don Francisco, algunos críticos no entendieron el mensaje.

De los ochenteros hasta podemos rescatar al Negro Piñera. Su disco ‘Fusión Latina’, de 1982, no sólo fue una propuesta interesante de mezclas de sonidos latinoamericanos, que fue injustamente basureado por sus ventajas televisivas, sino que incluso incluyó reversiones como ‘Casamiento de Negro’ de Violeta Parra, la ser más pensando que ha parido esta tierra austral.

 

Pero ¿la música debe ser política? Una muy buena pregunta. La música es un elemento cultural, y la cultura es el reflejo de una idiosincrasia, entonces si en la actualidad la sociedad grita por la igualdad entre el hombre y la mujer, el acceso universal a derechos básicos o combatir la xenofobia en un país que ya suma un millón de inmigrantes, la respuesta es obvia. Muy bien lo dice la Moral Distraída en ‘Canción bonita’: “por eso es que al final/ Todas las canciones se parecen/ El mercado no te va a educar con este coro”.  Aunque, tal como se mencionó, no es nada nuevo el pop político en Chile.

Mauricio Redolés, uno de los personajes más subvalorados de la cultura chilena, en ‘Bello barrio’, de 1987, levantaba la voz de queja contra el acoso callejero en la canción ‘Ciertos especta-culos de Santiago de Chile’. Y eso que sólo hace un par de años nos dimos cuenta que balbucear epítetos sexistas en la calle camuflados con la mal galantería chilena es algo grotesco.

El pop actual no lo hace nada de mal. No sólo captura las reivindicaciones sociales, sino que también canaliza las preocupaciones de una juventud que mal llamó el bajista de Chancho en Piedra, Felipe Ilabaca, como una generación “menos contestataria” en el último Lollapalooza. Extraño para una banda que en los noventa cantaba que en Chile, para una mujer bastaba “ser una mina rica y ser bien dotada de atrás”.

La generación del Tinder y la sobreinformación tiene bastante de qué vanagloriarse. ‘Las palmeras’ de los Niños del Cerro, es un vivo reclamo por las falsas datilera que camuflan las antenas de celulares; la liberación femenina de Planta Carnívora y la Princesa Alba, quienes juegan desde la cancha más adversa: el prejuicio. O Alex Anwandter y su ‘Cordillera’, un canto de protesta tan eficiente y explícito como los versos sesenteros de Quilapayún.

Estos representantes de una cargada camada musical nos hacen repensar el pop millennial. Ya lo dijo Chini and the Technicians en Picnic: “los músicos no debieran ser apolíticos”. El pop es parte de una expresión cultural, por lo que por antonomasia es político. Y quien diga lo contrario, tal como -mal- decía Mayol, es porque no entiende nada.

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