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Death Cab for Cutie: la nostalgia eterna y abrazar tus influencias

26 . 09 . 2018, 1:42 pm

Tuvieron que pasar veinte años desde su debut, Something About Airplanes (1998) para que Death Cab for Cutie pisara suelo nacional. Un camino largo, con nueve álbumes de estudio y cambios de alineación y sonido, pero con las constantes que permiten a la banda tener una identidad: la melancolía en las letras, un narrador confesional y […]

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Tuvieron que pasar veinte años desde su debut, Something About Airplanes (1998) para que Death Cab for Cutie pisara suelo nacional. Un camino largo, con nueve álbumes de estudio y cambios de alineación y sonido, pero con las constantes que permiten a la banda tener una identidad: la melancolía en las letras, un narrador confesional y una música que juega entre la intimidad y la grandilocuencia del indie de los noventa.

Cuando escucho una banda, me gusta hacer el ejercicio de pensar qué música influenció al artista, de dónde viene su sonido, porque una vez que comprendes de dónde viene algo, su origen, su ubicación histórico-geográfica es mucho más fácil conectarse con el objeto. Con Death Cab for Cutie, las influencias saltan a la vista pronto.

Desde sus inicios en 1997, cuando la banda no era más que un adolescente Ben Gibbard y su multipista (es decir, no era una banda), Death Cab for Cutie abraza la nostalgia heredada del midwest emo, la solemnidad del slowcore y las melodías pop del indie. Supieron juntar los arpegios melancólicos de Mineral, la intimidad de Low y los riffs pegajosos de Built to Spill. Something About Airplanes, de hecho, podría ser perfectamente un disco de estos últimos. Incluso, en una entrevista Gibbard bromea que el parecido era tal que debieron haberle pagado derechos de autor a Doug Martsch y compañía. Canciones como “President of What, “Pictures in a Exhibition, “Amputations y “Fake Frownsdan fe de ello.

Para el segundo disco, We Have the Facts and We’re Voting Yes (2000), y ya con el trío histórico consolidado -Ben Gibbard (voz, sintetizadores, guitarras y batería), Chris Walla (guitarra y sintetizadores) y Nick Harmer (bajo)-, la banda comenzaba a cimentar el sonido que los haría famosos años más tarde. Aumentan las canciones lentas (Title Track, The Employment Pages, Little Fury Bugs”) y las más dinámicas (Company Calls, Lowell, MA”) ya no suenan como una copia de Mineral o BtS: Gibbard comienza a tener su propia voz. Mención aparte para No Joy in Mudville”, una joya de seis minutos en que la banda juega con la intensidad y el crescendo sonoro que no logran resolver, como el mismo Ben haciendo una retrospectiva de su vida.

Sería ya para su tercer álbum, The Photo Album (2001), cuando Death Cab for Cutie solventaría su sonido. La melancolía de su anterior disco y la energía de Built to Spill empezaban a encajar al mismo tiempo que los singles del álbum rotaban en radios y en la serie -a estas alturas clásica- The O.C. A Movie Script Ending, We Laugh Indoors, I Was a Kaleidoscope, se transformaban los primeros singles de la banda en entrar en las listas de ventas. En pleno auge del emo, Death Cab for Cutie lograba hacerse un nombre en la escena independiente abrazando sus influencias con orgullo: Styrofoam Plates, Debate Exposes Doubt” y “Blacking Out of Friction son odas a la melancolía de American Football y a los pasajes instrumentales de Mineral, los riffs de Why You’d Want to Live Here y I Was a Kaleidoscopesacados del manual de Doug Martsch y el combo trémolo+sintetizador de la intro Steadier Footing parece un homenaje a Yo La Tengo.

Si hoy en 2018, citar estas influencias y hacer pop con influencias emo parece un tanto obvio -hasta cliché-, es porque Death Cab for Cutie abrieron el camino. Con su cuarto álbum, Transatlanticism (2003) la banda consolidaría su fama con un disco que hoy ya es de culto. Singles como The New Year, Title and Registration o The Sound of Settlingentraban a las listas de ventas y otras canciones como Tiny Vessels, Lack of Color, We Looked Like Giants o Expo ‘86 formarían parte del repertorio clásico de la banda. Pero sin dudas, el tema que da título al disco se roba todas las miradas.

Transatlanticism entra en cualquier lista de las canciones más lindas jamás escritas. Desde la perfecta transición desde “Tiny Vessels” hasta el clímax final, es una canción sin precedente en el repertorio de la banda. Siempre he pensado las percusiones en bucle que acompañan al piano como un tren en movimiento, que no se detiene en los 8 minutos de canción, pero sí comienza a disiparse a medida que los instrumentos hacen aparición, como queriendo llenar ese único sonido que cual silencio incómodo queremos acallar, pero en vez de eso, sólo podemos cubrir. La distancia del ser amado que narra Gibbard es ese tren en constante movimiento, lo que refleja la lejanía. Un océano de distancia. Y yo te necesito acá, cerca. Mucho más cerca. Y la guitarra que había sonado tímida en el minuto 1:50 vuelve a aparecer tres minutos después, y esta vez parece hacernos mucho más sentido, como cuando la ausencia nos hace valorar lo perdido. Y la música sigue creciendo hasta el icónico come on del final.

“Transatlanticism” marcó un antes y después en la carrera de Death Cab for Cutie, que para su siguiente álbum Plans (2005) ya jugaba en las ligas mayores: firmaron con una discográfica grande como lo es Atlantic Records y recibieron su primera nominación a un Grammy, al mejor disco de música alternativa. “Transatlanticism”, la canción y el álbum, le dieron a la banda ese derecho.

Hoy, la banda basa su repertorio en vivo en sus últimos discos (Narrow Stairs de 2008, Codes and Keys de 2011, Kintsugi de 2015 y Thank You for Todayde este año) con un sonido más cuidado, hasta con tintes electrónicos y son pocas las canciones pre-Transatlanticism que entran en los setlist (este año han tocado Photoboot, “Company Calls”, “A Movie Script Ending”, “We Laugh Indoors”, “Pictures in a Exhibition”, “President of What?”), por lo que estaremos expectantes de cómo sorprenden a un público que los espera hace 15 años.

Este 10 de noviembre, la cita será en el Espacio Broadway, gracias al Fauna Primavera 2018, que este mismo lunes publicó la programación del evento, en el que la banda compartirá cartel con otros artistas de renombre como MGMT, Deerhunter, Lorde y sus propios ídolos –y nuestros también-, Built to Spill, entre otros.

Les dejamos una playlist con lo mejor de la banda.

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