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St. Vincent: haciendo ruido desde su vereda

8 . 03 . 2019, 3:30 pm

El rock es un club de hombres. Lo dijo Alex Anwandter hace un par de años, en su presentación de la Cumbre del Rock Chileno de 2017. Desde su masificación en los sesenta que la mujer ha buscado su hueco en este mundo masculino que, por muchos años, fue una de las máximas expresiones de […]

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El rock es un club de hombres. Lo dijo Alex Anwandter hace un par de años, en su presentación de la Cumbre del Rock Chileno de 2017. Desde su masificación en los sesenta que la mujer ha buscado su hueco en este mundo masculino que, por muchos años, fue una de las máximas expresiones de la música pop. En cada generación hubo mujeres que desafiaron este espacio y la brecha del masculino-femenino a la que la sociedad, los medios y toda la industria cultural nos tenía acostumbrados.

Por nombrar algunas, Patti Smith cambió el curso del género en 1975. “La madrina del punk” la apodaron, y con justa razón: su desafío a las estructuras del rock, su poesía feminista y su imagen andrógena sirvieron para dar marcha al movimiento punk que, como todos sabemos, cambió la música pop para siempre. En los ochenta, Siouxsie Sioux y la música gótica, desafiando la puesta en escena e imagen femenina en el artista. Las voces de los noventa fueron más agresivas, con el movimiento riot grrrl de Bikini Kill y las Sleater-Kinney. Y obvio, PJ Harvey.

Con este tremendo árbol genealógico, llegó Annie Clark, que si bien tiene más similitudes con artistas más cercanas al pop -como Björk o Kate Bush– responde más a la ética rebelde del rock.

Y es que la compositora tiene el viejo espíritu de rockstar, para bien o para mal. La primera vez que vino a nuestro país, se presentó en la quinta edición del Lollapalooza, en 2015, y tuvo un altercado con la artista que le había decorado el camarín, que le costó una demanda de casi 3 millones de pesos. Al parecer la decoración no era de su agrado, lo que la llevó a romper todos los cuadros de Constanza Ragal.

Creció en Texas, uno de los estados más conservadores de Estados Unidos, pero sus obsesiones fueron más fuertes que su entorno: primero, el fútbol, hasta los doce, cuando cambió la pelota por la guitarra eléctrica, la que nunca más se descolgó del hombro.

Más tarde, se mudó a Boston para estudiar música, pero abandonó la escuela cuando comprendió que no había mucho más que le pudiera servir ahí. No es que estuviera contra las instituciones, dice, pero a veces las ambiciones de uno no pueden moldearse a un programa específico.

En 2006 se unió a la gira de Sufjan Stevens como guitarrista -sí, el mismísimo-, y un año después lanzaría su álbum debut, bajo el pseudónimo con el que la conocemos hasta hoy, St. Vincent. Marry Me (2007) daría comienzo a una larga carrera que la traen nuevamente a nuestro país. Su más reciente trabajo “MassEducation” (2018), consta de reversiones acústicas de un electrónico “Masseduction” (2017), disco con el que se llevó dos Grammys en la penúltima edición de los premios.

12 años de carrera en que su sonido ha mutado, desde un inicio grandilocuente, lleno de arreglos orgánicos (vientos, bronces, voces) hacia el ruido, y el minimalismo electrónico de sus últimos trabajos. Ya en Actor (2009), Annie comienza a experimentar con el ruido en la música pop. La distorsión exagerada, heredada de su ídolo Bowie (y su guitarrista de la época, Robert Fripp), con himnos como “Actor Out of Work” o “Marrow”.

Strange Mercy (2011) sería una declaración de intenciones. Los arreglos orquestales comienzan a transformarse en ruido y electrónica. La estática como recurso estético. Y también como artista: “ya no quiero ser una cheerleader” canta en “Cheerleader”, single promocional del disco. Una canción en que cuestiona la posición de la mujer en el mundo del arte. La objetualización de la porrista y de la rutina des-erotizada del arte. ¿Un guiño a Siegfried Kracauer y las tiller girls?

Su fascinación por la mecanización de la sociedad inspiró su homónimo St Vincent (2014), con el que se presentó en nuestro país, con un show cada vez más electrónico, como canta en “Digital Witness”. Pero siempre con la guitarra al hombro. Si artistas como Sophie marcaron pauta el año pasado, es porque otras han abierto el camino, tanto en la discusión sobre el género como en la estética de la música pop. No sólo se hace ruido con pedales de distorsión.

St. Vincent se presentará en la novena edición de Lollapalooza en nuestro país el domingo 31 de marzo de 20:30 a 21:30 horas, en el escenario ACER. Acá te dejamos su brillante presentación en el festival Austin City Limits de 2018, y acá un momento joya en la historia del pop, cuando tocó con Dua Lipa en los Grammy.

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