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Vuelve Taller Dejao y recordamos su disco 14 años después

29 . 08 . 2018, 8:19 pm

Taller Dejao repatrió a Javier Cruz, llegó a Spotify y tocará en el Festival Neutral de noviembre en Matucana 100. Tras 14 años, vuelve uno de los proyectos chilenos más interesantes del siglo 21. Los primeros 2000 fueron años de abandono para la música pop chilena. Las discográficas multinacionales escapaban y las nacionales nunca pudieron […]

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Taller Dejao repatrió a Javier Cruz, llegó a Spotify y tocará en el Festival Neutral de noviembre en Matucana 100. Tras 14 años, vuelve uno de los proyectos chilenos más interesantes del siglo 21.

Los primeros 2000 fueron años de abandono para la música pop chilena. Las discográficas multinacionales escapaban y las nacionales nunca pudieron hacer frente a la revolución digital. Los grandes exponentes de los noventa acusaban cansancio, faltaban estímulos. Así, bandas como Los Bunkers, con una propuesta que continuaba con los paradigmas que habían dominado la música comercial chilena de la década anterior, se proclamaban reyes en un mundo de ciegos (con respeto, oye).

La explosión del indie daría vuelta el panorama en la segunda mitad de los 00’ y de ahí en adelante es historia conocida. Los Dënver, Anwandter, Javiera Mena, los Fother Muckers/Ases Falsos, Gepe. Y en ese vacío que hubo entre medio, también estuvo este último, como una suerte de eslabón entre el rock chileno y el indie. En ese vacío es donde nace Taller Dejao.

Taller Dejao, formado por Daniel Riveros en batería y voz y Javier Cruz en el bajo es una interesante dicotomía. Una pugna eterna que en tan sólo doce canciones dejó un legado de culto en la música indie chilena.

Daniel y Javier mezclan las influencias folclóricas del primero y la ambición rockera del segundo. La constante tensión entre las melodías andinas -a las que Daniel daría rienda suelta más adelante como Gepe- y los ritmos noventeros de Cruz hacen de Taller Dejao un dúo en una constante pugna sonora.

A veces, es el bajo de seis cuerdas de Javier el que se toma el protagonismo, como en Natur y maleza o en Taino, pero al final pareciera que es Daniel el que trata de guiar a Cruz adonde melódicamente quiere ir. Y al final ese lugar es siempre el folclore y una sonoridad chilena a la que Riveros no puede escapar. Como en Pucha, uno de los temas más interesantes, en que después de una primera parte oscura, casi densa liderada por Javier, termina desembocando en una melodía violetaparresca de parte de Daniel.

Pero Daniel no sólo parece en pugna con Javier, sino también consigo mismo. Mientras su voz tiene una ambición folclórica, su batería se desenvuelve de una manera mucho más rápida o mecánica, como en Cuando canto hacia adentro, en que si no fuera por la voz de Daniel, podría ser perfectamente una canción postpunk de finales de los setenta. El único momento en que Daniel se alinea en cuerpo y mente pareciera ser en Caminito, en que la percusión chinchinera y la voz energética de Daniel colindan en un ambiente festivo y de batucada.

¿Más momentos bacanes? El comienzo en crescendo de Gegen y el Jabao, en que todo en la selva está calmao’ y los decibeles comienzan a subir paulatinamente con la batería de Daniel, hasta explotar como si hubiesen entrado tres instrumentos más en el coro, cuando siempre han sido dos. O mi favorito, cuando a los dos minutos la ya delicada Tagüito, se vuelve el momento más íntimo del álbum, cuando entra en su fase de lalalá y Daniel suplica: Tagüito, sálvame de la pena.

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