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[DDLM] Daniela Benincasa de M100: “No puedo censurar al arte”

29 . 05 . 2018, 10:44 pm

Daniela Benincasa es una de las jefazas en Matucana 100, la socióloga nos recibió con una polera de los Beastie Boys en el café de la Corporación y nos habló del labor que hace ella personal e institucionalmente en pos de potenciar la música nacional a través de su cargo de Asistente de Dirección y Proyectos […]

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Daniela Benincasa es una de las jefazas en Matucana 100, la socióloga nos recibió con una polera de los Beastie Boys en el café de la Corporación y nos habló del labor que hace ella personal e institucionalmente en pos de potenciar la música nacional a través de su cargo de Asistente de Dirección y Proyectos en la Corporación.

En la comuna de Quinta Normal, muy cerca del parque con el mismo nombre y de la Biblioteca de Santiago, está la Corporación Cultural Matucana 100, que nació el 2001 con el propósito de administrar el centro cultural que existía en las antiguas bodegas de la Dirección de Abastecimiento del Estado, pero que con el paso de los años y gracias a un arduo trabajo de quienes trabajan ahí, se logró posicionar como un espacio connotado donde se reúnen muestras y eventos artísticos de distinta índole.

Una de las responsables de esto es Daniela, cuyo rol consiste en ser un “puente entre las instituciones con las que se liga Matucana 100”. Además, hace dos años y medio (lleva tres trabajando ahí) – y “de puro patúa”- que se encarga de la programación musical. Anteriormente trabajó de manera freelance en múltiples proyectos llegando a la SCD en la producción de la Feria Pulsar y también con los encargados de la Feria Celadores.

Daniela cuenta que su trabajo es algo mixto entre una pega de escritorio y de producción. La primera parte involucra un desafío mayor a nivel intelectual, pero confiesa que la segunda es “la más entretenida”, aun cuando signifique que deba trabajar de día y de noche.

¿Qué cambios has visto en Matucana 100?

Para ser sincera, yo obvio que sabía de la existencia de M100, pero no venía. Tal vez vine a una fecha grande que hizo, en el Teatro Principal, Michita Rex. Un sello que parece que está desaparecido o transformado, no sé, porque sus miembros han sido creadores inagotables. Vine a esa fecha y nunca más a una de música acá, entonces no tengo mucha perspectiva, pero producto de la parte más institucional de mi trabajo, me toca hacer estudios, revisar la historia de Matucana. Ocurre que cuando llego yo, junto con un lote de gente nueva, el centro se expande, y la Sala Bunster se empieza a usar para el formato músical, porque antes de eso, todo lo musical se hacía o en la Explanada, que eran eventos acotados como festivales, o en el Teatro Principal, donde la curatoría estaba generalmente ligada a artistas consagrados. La llegada de dos nuevas salas: la Bunster y la Microsala, fueron importantes. Esta última se hizo al poco tiempo y es pa proyectos más experimentales. Evidentemente se amplió el espectro de estilos musicales y de tamaño de banda, quiero decir, muy emergentes o underground, además de consagrados y de mediana carrera.

Como somos un centro de arte contemporáneo, hay un espíritu de apertura que es bacán porque puedes proponer realmente cualquier estilo. Creo que de manera espontánea y sin querer, nos fuimos haciendo amigos de la escena más punk, más avant-garde…

Más indie…

Sí, pero bueno, justo el indie en ese momento alcanzó un estadio en el cual era una escena muy notoria, muy bacán, estaba todo pasando y no podíamos no ser parte, si estaba ahí, ¿cachai?

¿Cuáles son tus objetivos en Matucana 100 y cuáles son las ambiciones del centro cultural en sí?

Por lo pronto, la ambición del centro cultural es concretar algunos proyectos relacionados con infraestructura. Hay un súper proyecto que no es fácil de llevar a cabo, que es generar una nueva entrada, la cual tiene una concepción simbólica bien potente, es “abrir Matucana 100”. El hecho de abrir un espacio, de volverlo una explanada, significa, simbólicamente, la posibilidad de un acceso a otro nivel. Es como que la gente se puede apropiar del lugar.

También es súper político porque se integra al espacio e invita a la gente…

Exactamente. Abajo las rejas, entonces ese es un proyecto de largo aliento que me gustaría ver concretado antes de pasar a otro trabajo.
En el ámbito personal, y más ligado a la música, son como mis volás jajaja, el sueño de tener a My Bloody Valentine, por ejemplo, es una volá que está a otro nivel, no sé si realmente se pueda. Tengo muchas ganas de poder traer a una banda holandesa que se llama The Ex, ese sí es un proyecto que sería bacán concretarlo y es pela cable, pero no tanto. Mucho menos que MBV.

Aparte de los espectáculos musicales, ¿qué otros tipos de arte te gustan? 

La danza. El teatro me cuesta un montón, como es un arte viva tan cercana a una, me produce una cosa extraña, me da como miedo enfrentarme a una obra de teatro. La danza me gusta, bueno porque la danza y la música también van de la mano, están juntas, supongo que es por eso. Y las artes visuales, en tercer lugar o casi igual que la danza. La danza fue un descubrimiento por trabajar aquí y las artes visuales es un afecto que tengo desde toda mi vida.

¿Qué opinas de los proyectos más pequeños que eligen como punto de partida M100?

Lo encuentro bacán, me honra. Existen varias formas de pasar a formar parte de la cartelera. Una es que los artistas se acerquen a nosotros y lleguen a mí finalmente. La otra es que yo me acerque a ellos. Y como yo soy un poco inquietilla y me niego a volverme vieja… Por ejemplo lo de Gianluca (el lanzamiento de G Love a finales del año pasado) creo que fui yo. Primero lo invitamos a Celadores (2017) y fue hit total y ahí lo conocí, él es muy bacán, súper tela, muy sencillo, súper profesional para trabajar y dije “yo lo tengo que tener de nuevo”. Y empecé a decirle “oye, cuando tengas algo importante acuérdate, las puertas están abiertas”, no sé qué, pim, pam, púm y surgió eso. Así una cosa lleva a a la otra y el espacio se empieza a hacer visible y me aparece bacán. Yo he sentido, por parte de los artistas, que a ellos les confiere una suerte de formalidad y solemnidad que le aporta importancia a su fecha.

¿Cómo fue la experiencia de tener un festival propio de música?

¿El MFest? Estando yo aquí, hemos hecho dos versiones. El primero lo coprodujimos con Trenza, que plantearon hacer tres días y cada uno con un estilo de música.

¿Fue el 2015 o no?

Sí, fue un día de rap, un día de rock y un día de psicodelia. Al año siguiente tomamos el mismos modelo y coprodujimos una noche con Beast, la noche pop, y la segunda noche fue hardcore, que la produjimos nosotros.

Cuando vino Tenemos Explosivos…

Sí, eso fue muy satisfactorio porque fue una idea loca que se me ocurrió. En esa época tenía una amistad cercana con Asamblea, conozco a uno de los chicos de Tenemos Explosivos, llevaba harto rato persiguiéndolos porque el vocalista vive en Inglaterra, era pelúo entonces le escribí a Tenemos Explosivos, que era realmente el más difícil de concretar, y justo venían a Chile. Sumamos a Marcel Duchamp, que es una banda muy querida y, el que sabe de la escena, cacha la importancia que tienen. Fue éxito. Yo vi que el público estaba muy feliz. Ahora estoy produciendo el próximo MFest, que no te puedo contar nada ja ja ja.

Pero, ¿qué pasó que este año no se hizo?

Cambiamos de fecha. Históricamente, el festival se hacía en enero -y Matucana 100 cierra en febrero-,  que es un mes álgido por varias razones, una, somos sedes de los festivales de teatro más importantes: Santiago a Mil en la primera quincena y Santiago OFF en la segunda, y el MFest lo hacíamos entre medio. Coincidentemente, en el ámbito institucional de mi pega, justo a mediados de enero yo entrego los informes finales al Ministerio, entonces tenemos una cantidad de trabajo… la ceja saltando… mal. Este año pensamos cambiarlo para octubre.

¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Ruidosa y festivales de ese estilo?

Bacán, porque Ruidosa es un festival muy sólido para tener tres versiones en el cuerpo. Nosotros trabajamos acá la segunda y la tercera, y ya en la segunda era bastante sólido y pa qué te digo en la tercera, se va por un tubo. Está súper bien producido, las ideas son muy claras, es muy potente su contenido. Es absolutamente contingente y necesario. Además, en lo personal y como Matucana 100, adscribimos absolutamente entonces nos sentimos súper cómodos trabajando con ellas. Para nosotros ha significado dos años de apertura programática, porque como cerramos en febrero, es una suerte de inicio de año con una súper fiesta feminista.

¿Cuál ha sido tu tocata favorita en Matucana 100?

Me acordé al tiro de una que fue muy vacilá. Un show de The Ganjas en la Bunster, estuvo muy eléctrico, porque yo los conozco, son viejitos como yo o más. También hubo uno de los 20 años de Yajaira que estuvo on fire. Otro que recuerdo con mucho cariño fue cuando se presentaron Los Jorobados, que es una banda icónica del punk que no se presentaba en un escenario hace quince años. En el ámbito de las tocatas más chiquititas, disfruté mucho del lanzamiento de Armisticio, lo encontré súper bueno, altamente sensible, muy bonito.

Ahora está en Quemasucabeza…

Va a tirar pa’rriba brígido. Tiene talento de sobra pa eso. También el lanzamiento de Ladrillo Princesa, de Las Mairinas y la tocata de Los Días Contados, en el contexto de un Festival Neutral. Ah, bueno, y Primal Scream. Fue como un regalo del más allá. Ni siquiera lo de El Mató un policía motorizado, porque estuvo bueno pero no tan bueno. Sentí que le faltó un poco de punch.

¿Cómo te posicionas frente a las denuncias  de acoso que surgieron en Noviembre en la música chilena?

Pucha tengo un sentimiento encontrado. Tengo la sensación -sin haberme metido mucho la verdad- de que tiende a plantear un discurso que es poco constructivo, y yo siento que puede ser por desconocimiento. La discusión feminista no es tan antigua, no hay tanta literatura, pero sí es vasta. A la vez quiero decir que sí me parece muy positivo y necesario porque sin duda, y me incluyo, no conozco a ninguna mujer que no haya sido víctima de un hombre culiao. De verdad que no. Todas lo hemos sido. En el ámbito artístico, seguro que también.

En cuanto a lo que ocurre a nivel de la escena musical, me parece que fue complicado porque definitivamente una escena murió, una que estaba súper viva. Yo lo veo así. Se acabaron bandas, desaparecieron gestores. A lo mejor que el hueón era un hijo de puta, lo era, yo no sé, yo no tengo las herramientas ni la información suficiente. Me preocupa porque en el fondo, ¿cómo hacemos para separar a la persona y la creación? Es una discusión que a mí me complica. Porque si fuera por eso no sé si yo realmente podría sostener este centro cultural, capaz que se viene toda la programación abajo.

Me da un poco de pena porque se acabaron proyectos bacanes. Sello Piloto, que era un sello la zorra, semillero de un montón de bandas increíbles, de canciones muy lindas… ya no existe. No sé qué pasó ahí. Yo creo que también los cabros tuvieron un muy mal manejo de la situación, como que la cagaron sobre la cagaron sobre la cagaron y varios son bien agilaos, qué querís que te diga, pero a mí no me corresponde estar censurándolos. No puedo censurar al arte. Es bien delicado, pero sí es una discusión que es necesaria y me parece que es bacán que esté.  Un movimiento social, para que se transforme en movimiento social y genere una transformación requiere un compromiso verdadero.

¿Y qué es lo que hay que hacer para apañar esa transformación social?

Mover la raja, básicamente. Perdonando la expresión. Yo podría hacer cosas en mi práctica diaria, en mi trabajo por ejemplo, que es el lugar donde más estoy. Develar situaciones que no deberían estar sucediendo y alzar la voz. Porque el mundo es así. Aquí hay compañeros -no voy a decir nombres- que sí son misóginos, que sí tratan mal a las mujeres sólo por ser mujeres o las menosprecian o tienen prejuicios y la cagó que no tenemos que demostrar nada, pero es evidente que podemos hacer todo y más. Entonces yo creo que moviendo la raja desde tu realidad del día a día y de ahí pa’rriba. De a poco, incorporarlo como una praxis, no como una acción en el marco de la contingencia.

 

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