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El legado de Slint, a 30 años del Spiderland

6 . 04 . 2021, 11:55 pm

El pasado 27 de marzo el segundo y último LP de Slint cumplió 30 años. Un disco influyente como pocos, inclasificable y a la vez determinante para los subgéneros que salvaron al rock. Hoy, en 2021, dos de los proyectos más interesantes de la música de guitarras tributan al mítico cuarteto de Louisville.

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Si miramos hacia atrás, 1991 podría ser el año más importante de la música. La escena grunge, que cambió para siempre la industria musical se abría a los ojos del mundo con discos como Ten y Nevermind, además de otro gigante del género como Badmotorfinger.

El hip hop, por su parte, seguía creciendo. Ice Cube llenaba el espacio de la separación de N.W.A. en la costa oeste con Death Certificate mientras que De La Soul definía el sonido de la costa este con De La Soul Is Dead.

Al otro lado del charco, los ingleses eran más creativos. A la vez que Massive Attack editaba su primer álbum Blue Lines, que sería considerado luego el primer disco trip hop; My Bloody Valentine lanzaba Loveless y definía el shoegaze.

Volviendo a Estados Unidos, en Louisville, Kentucky, una pequeña banda ya separada lanzaba su canto del cisne, Spiderland.

1986-1990: Del noise a controlar el clima

Tras algunas experiencias en la escena hardcore de Louisville y una pequeña incursión en el punk, el guitarrista y cantante Brian McMahan, el también guitarrista David Pajo, el baterista Britt Walford y el bajista Ethan Buckler formarían Slint en 1986. Todos tenían entre 16 y 18 años. Un año más tarde grababan su primer LP, Tweez, en conjunto con el legendario productor y músico Steve Albini: un debut bastante tímido en cuanto a ideas pero de ejecución feroz. La figura de Albini era muy imponente para cuatro adolescentes que hacían sus primeras armas en la escena.

El mismo líder de Big Black produciría su segundo trabajo, un EP sin título grabado en 1989 pero publicado en 1994. Dos instrumentales de más de 6 minutos que habrían cimentado el post-rock de haberse publicado ese mismo año. Me cuesta mucho imaginar un mundo en que Mogwai no nace de “Glenn“. El EP significaría el fin de una era, de un sonido arraigado en el noise rock de su ídolo y mentor hacia los largos pasajes instrumentales, fundacionales del sonido de su obra maestra.

Ya con Todd Brashear reemplazando a Buckler en la formación y sin la tutela de Albini, reemplazado por el sonido más “limpio” de Brian Paulson, el cuarteto comenzó las grabaciones de su álbum final, Spiderland, en el invierno de 1990 y las terminó a los 4 días.

Toda obra maestra tiene sus mitos, y esta no sería la excepción. Se decía que las sesiones fueron tan intensas que más de un miembro tuvo que pasar por el psicólogo esos 4 días. El vocalista Brian McMahan desmintió esos rumores en 2001, pero confirmó que fueron días intensos y de mucho estrés, ya que querían lograr una interpretación absolutamente devota.

Lo que sí es cierto es que el día que terminaron las grabaciones, McMahan se internó en un hospital psiquiátrico por su creciente depresión y abandonó la banda, dando término a esta.

Meses después, Spiderland fue publicado bajo el sello Touch and Go Records, el 27 de marzo de 1991.

Spiderland: Una tormenta que lo cambió todo

En el año en que Nirvana reinventó la industria musical, Slint reinventó el rock con tan sólo seis canciones.

La fórmula noise rock de su debut se esfumó con Albini, una separación que le dio a la banda espacio para descubrir un sonido único, que definiría los caminos del rock no-comercial.

Desde los armónicos que abren “Breadcrum Trail” ya se siente la frescura de un sonido distinto, con la guitarra eléctrica despojándose de su lugar histórico en el rock y transformándose en un instrumento nuevo. También lo hizo My Bloody Valentine ese año, valiéndose de las texturas para reinventar los muros de sonido de Phil Spector a través de la tecnología de los pedales.

Pero para McMahan y Pajo, son las armonías y los patrones rítmicos los que tienen que cambiar. Con apenas un pedal de distorsión y una batería inquieta, el dúo de guitarristas desarman la ética del riff clásico y lo llenan de disonancia, recuperado los tritonos tan olvidados en el rock y haciéndolos esenciales en su sonido.

Al igual que Talk Talk, pero con otro apronte estético, incorporan largos pasajes instrumentales a sus composiciones. Los crescendos oscuros y oscilaciones violentas de volumen recuerdan a la escuela de Glenn Branca y Sonic Youth, mientras Talk Talk bebe más del jazz.

La dualidad entre la calma y el caos es la tesis principal de Spiderland, que recuerda por momentos una tormenta en mar abierto, en un barco que se mece por la violencia de las olas y en que la voz de su capitán apenas se escucha entre el estruendo.

“Nosferatu Men” es el grito de guerra del cuarteto, en que cada instrumento compite por ser más agresivo, con guitarras chirriantes y un Walford a punto de romper la caja, mientras que “Don Aman” es el primer claro tras el ataque de la tormenta, aunque con un dejo de nerviosismo de que ésta vuelva a empezar, tensión que encuentra su respuesta sobre el fin del tema. “Washer” repite la fórmula y la perfecciona, con un McMahan que por fin encuentra un espacio para rezar: “Promise me / The sun will rise again”, antes de que la electricidad de las nubes vuelva a azotar el barco.

“Good Morning, Captain” es el broche de oro para un disco esencial, con uno de los mejores cierres de la historia de la música. El grito de angustia de McMahan conmueve aún más con el trasfondo de su grabación, en que el cantante sufrió una crisis depresiva que lo obligó a abandonar el barco cuando el tesoro estaba a la vuelta de la esquina.

Culto y descendencia

Si ya su portada es una de las más icónicas de la historia de la música alternativa, su legado musical es aún mayor. En 2014, el diario inglés The Guardian definió el Spiderland como “el disco que reinventó el rock”, en un año tan icónico para la música como fue el 1991.

La disonancia y los tritonos del post-hardcore de Fugazi y Unwound, la métrica atrevida del math rock de Don Caballero y Polvo y los crescendos afilados del post-rock de Mogwai y Tortoise (del mismo Pajo), son algunos de los elementos que hacen de Slint y su obra Spiderland una banda esencial para los amantes del rock post-91.

Y sin irnos tan lejos, tan sólo mirando algunos discos destacados de lo que va del año y otro que ya genera hype, nos topamos con los canadienses Godspeed You! Black Emperor, que profundizaron los crescendos y el dinamismo del post-rock y dos hijos pródigos de la banda como Black Midi y Black Country, New Road, estos últimos autodenominados “la segunda mejor banda tributo de Slint del mundo” (quizás tras los propios Black Midi).

Slint duró cuatro años y al final naufragó en su ambición de navegar aguas tormentosas, pero Spiderland siempre será su mensaje en una botella; un poema desgarrador esperando que alguien lo encuentre. 30 años después, esa botella sigue flotando en el mar.

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